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“Deberemos enseñarle a los robots a ser humanos”

Entrevista con Sergio Borromei, CTO Lagash

¿Cómo van a convivir los robots con las personas en los ámbitos laborales?

Estamos en un punto de inflexión en donde el nuevo conocimiento generado por las máquinas empieza a afectar nuestras propias decisiones e incluso, como bien señala el filósofo francés Eric Sadin “limitar nuestro libre albedrío”. La clave para una convivencia laboral armoniosa entre personas y robots no reside en el management sino en la filosofía. ¿Cómo articularemos el nuevo conocimiento generado por los robots inteligentes con el sistema de valores éticos de las personas? ¿Cómo se retroalimentará ese sistema en los procesos de decisiones artificiales?

Para responder este interrogante, primero es necesario ir a una pregunta anterior, mas profunda: ¿Cómo se prepara la humanidad para convivir con una inteligencia paralela contenida en entidades artificiales que son capaces de tomar decisiones, equivocarse y aprender de sus errores?

En primer lugar, surge la preocupación acerca de si existe una frontera precisa que separe la colaboración de la competencia entre robots y seres humanos. Hasta hace no mucho tiempo esta frontera estaba mucho más delimitada debido a que las máquinas automatizadas trabajaban de acuerdo a secuencias programáticas fijas para la realización de tareas repetitivas.

Podríamos decir que estos proto-robots trabajaban en un contexto programático fijo y limitado, quedando bajo responsabilidad de los humanos las decisiones operativas de más alto nivel relacionadas con la escalabilidad, la seguridad e incluso la ética.   

Sin embargo, al dotar a las máquinas de capacidades cognitivas que permiten la generación de nuevo conocimiento y retroalimentación del mismo en sus propios algoritmos, esta frontera de responsabilidad se empieza hacer más difusa, al punto tal que ciertas decisiones, aún siendo muy efectivas, empiezan a ser incomprensibles para los seres humanos. Un ejemplo de esto pueden ser las jugadas magistrales con las que AlphaGo le ganó la partida a la gran maestra de Go, Lee Sadol. Algo más cotidiano podrían ser las rutas que nos ofrece Waze cuando vamos a al trabajo.

Las personas, ¿Se resisten a ese cambio?

Ya van varias décadas en las que vivimos en un “continuum” de incorporar la digitalización en los diferentes aspectos de nuestras vidas. Las nuevas generaciones post-Alexa ya tienen incorporada consciente o inconscientemente a la inteligencia artificial como una extensión de su humanidad. No es un componente exógeno, sino que se asume como parte de y se retroalimenta mutuamente.

Por eso es esperable que el grado de colaboración vaya en aumento en tanto esta colaboración sea en ambos sentidos: yo aprendo de la inteligencia artificial en tanto la inteligencia artificial aprende de mi, generando una comunicación bidireccional.

Por supuesto todo cambio disruptivo genera transiciones de incertidumbre en quiénes no son incluidos desde un inicio a la conversación. Darle tratamiento a estas fricciones producidas por la disrupción será uno de los aspectos centrales a resolver por parte la política en la era de la digitalización. 

¿Qué tiene que tener un líder para que esa convivencia sea sana y productiva?

El modelo de liderazgo para esta nueva convivencia está en proceso de formación. No hay modelos actuales de líder que puedan hacer frente a los desafíos que impone la relación robots – personas en el ámbito laboral. Al igual que ocurre con todos los otros aspectos humanos, el liderazgo también está siendo afectado por la digitalización. Luego de la manipulación de masas electorales a través de Facebook, ya hemos experimentado un primer acercamiento distópico de lo que podría significar un (mal) liderazgo potenciado por la inteligencia artificial.

Sin dudas, el nuevo liderazgo deberá enfrentar desafíos relativos a la privacidad de las personas sopesando valores morales y éticos en la utilización de la tecnología para mejorar la calidad de los ambientes laborales y favorecer la creatividad. De alguna forma deberemos enseñarles a los robots a ser humanos, y al mismo tiempo durante ese proceso descubriremos cuales son las características que definen nuestra humanidad.

¿Qué rol jugarán las áreas de recursos humanos en esta transformación?

Continuando lo expuesto sobre liderazgo, las áreas de recursos humanos también deberán cambiar y acomodarse al nuevo escenario. El primer paso seguramente será el cambio de nombre. Ya no harán alusión a los recursos humanos sino que incluirán palabras como “productividad” y “worklife balance” en sus nombres y objetivos. Porque aquí también la digitalización está obligando a estas áreas a convivir de dos maneras con los robots: por un lado, pensando y actuando en cómo mejorar la convivencia de los robots con las personas, qué nuevas inquietudes traerán los empleados en función a esa relación y cómo resolverlas. Y por el otro, incorpora la tecnología de los robots para evaluar la performance de empleados. Hoy vemos que todas las actividades que desarrollan los empleados dejan algún tipo de registro o rastro digital: emails, chats, decisiones en flujos de trabajo, videollamadas, redes sociales laborales. Toda esta información que generamos puede ser analizada, categorizada y ponderada por medio de la inteligencia artificial en una escala y profundidad jamás alcanzada.

¿Qué pasará cuando los robots colaboren en el liderazgo de la empresa y en la evaluación de desempeño de los empleados? Seguramente una situación anómala -como por ejemplo el acoso laboral o un comportamiento desleal a las políticas de la empresa – podría ser rápidamente detectada.

Por otro lado, ¿No sería la evolución de un sistema de vigilancia en línea con el dispositivo panóptico descripto por Michel Foucault? 

Si gradualmente empezamos a utilizar a las máquinas como mecanismos de control y vigilancia, delegando en ellas decisiones de gobierno sobre el comportamiento de las personas ¿No es esta la forma de crear nuestra propia distopía donde finalmente los robots toman el control?